martes, 13 de agosto de 2013

MÁS DE 30

ESCRITO EL 13/08/2013

MÁS DE 30

Cuando tienes 20 años, cuando tienes menos de 30, acudes de forma esporádica al pasado, recuerdas cuándo te trajeron ese bonito perro que tanto tiempo adoraste, te vienen imágenes de cuando vestías con babis de rayas azules o rosas, dependiendo si eras un niño o una niña, y hacías cola para entrar en clase una vez terminado el recreo.

Quizás,  con 24 años, en una acampada con los amigos al calor de un fuego rudimentario, puedas rememorar situaciones algo vergonzosas vividas durante tu adolescencia , como cuando comenzó a crecerte un bigote parecido al de Cantinflas  a la edad de 12 años y te acompañaba a las clases junto con un murmuro constante y risas de otros niños, ese bigotito que tu madre se negaba a afeitar por miedo de perder a su niño y ganar a un gran varón incontrolable.

También puedes recordar, durante una cena entre “best friends”, ese curso en el que eras el centro de atención por el simple motivo de que tus pechos crecieron, y lejos de aprovechar esa situación de ventaja ante las otras féminas, sentías una enorme vergüenza que te hacía andar con la cabeza mirando hacia el suelo, y fue en ese momento cuando te diste cuenta que allí había demasiados chicles pegados.

Sí, en los veinte estás aún descubriendo la vida, crees que todo es bello, no piensas seriamente en el futuro, y lo que piensas siempre es bonito: tendrás un trabajo que te llene, donde te valoren, flexible, ganando un buen sueldo, y como no, tendrás diferentes amores, pero al final elegirás el mejor, esa persona que te cuidará, te seguirá, te amará, te besará, y además, te atraerá hasta el punto de perder la cabeza.

En los ventipocos, no se te ocurrirá pensar jamás en la rutina, esa que lo transforma todo en gris, tampoco creerás que la pasión sólo dura un año, o como máximo dos. Desconoces los contratos basuras, o si los conoces, y los has vivido, piensas que son temporales, una simple ayuda mientras estudias.  Los amigos, no cambiarán nunca, el tiempo, infinito, el dinero, a mí no me preguntes. Y la vida, es simplemente entusiasmo por todos los costados.
Pero tarde o temprano llegan los treinta, y nunca me ha gustado clasificar la vida, catalogarla en épocas, en edades, pero es cierto que uno va envejeciendo, y aunque quizás el cuerpo y la cara no te hayan cambiado mucho en todo este tiempo, y exista un gran número de personas que firmarían sin pensárselo que no tienes más de 26, tu mente ha crecido, y eso no puede  disimularse.

Cuando llegué a los 25 años y comencé a trabajar, me planteé por primera vez que ya tenía cierta edad, pero realmente no lo hice muy en serio, era lo típico del momento, un cuarto de siglo, decían con guasa los amigos que aún no los habían alcanzado. De todas formas, el hecho de tener una responsabilidad me asustó, y me hizo envejecer, seguro. A esa misma edad me fijé en personas más jóvenes, que a simple vista podrían parecer de la misma edad que yo. Me centré en los que comenzaban a estudiar una carrera, y fue ahí cuando averigüé qué parte de nuestro cuerpo delata la edad que tenemos.

Los ojos, los ojos muestran toda la vida que hemos vivido, toda la experiencia que hemos ido ganando, todos los errores cometidos, y en algunos casos, horrores vividos. Delatan el entusiasmo que tenemos a la hora de embarcarnos en un nuevo proyecto, o proyectan nuestro cansancio en realizar tareas ya arduamente repetidas.

Con más de 30 puedes encontrarte rodeado de niños, que no te dejarán pensar en estas frivolidades, o quizás sí, y aproveches las oscuras noches para preguntarte qué haces, dónde estás, con quién vives y cómo has llegado a ese punto de no retorno en el que te encuentras.

Con más de 30 puedes seguir siendo individualista, con ganas de cambiar tu presente, recordando viejos momentos en los que decidías un camino u otro, en los que desechabas posibles amores, en los que apostabas por un oficio, puedes estar embarcado en nuevos proyectos para luchar contra la rutina que se acerca muy de cerca a tu vida, puedes sentir arrepentimiento ante decisiones pasadas, o todo lo contrario, orgullo y satisfacción.

Con más de 30 puedes sentirte totalmente perdido, sin saber si lo que haces te gusta, si compartes tu vida con la persona que realmente amas, si quieres tener hijos, si no los quieres, si prefieres viajar solo o en cambio, hacerlo acompañado, y el “y si…” se repite diariamente en tu cabeza, ¡No más condicionales!, grita tu cerebro.

Con más de 30 puedes estar decepcionado, con el sistema que nos gobierna, con la sociedad, contigo mismo. Puedes estar anclado en el pasado, no recordando esporádicamente, sino anhelando esos tiempos pasados como si fueran mejores.


Con más de 30 puedes estar feliz si realmente has luchado durante los 10 años anteriores por conseguir hacer realidad tus sueños. Ojalá esa fuera la generalidad, pero la mayoría nos limitamos a andar, sin pensar, sólo a andar por un camino multitudes de veces ya pisado.

viernes, 2 de agosto de 2013

Extraño

No es extraño

ESCRITO EL 02/08/2013

No es extraño, no es extraño pasar toda una vida con la misma persona aunque algunos días tu mente se deshaga de tu cuerpo y se vaya hacia ese lugar de ensueño, extraordinario, lleno de nubes, donde la pasión nunca se termina, donde apareces tú y ella, y os miráis, reís, os besáis.

No es extraño que una relación que comenzó siendo extraordinaria se transforme con el tiempo en vulgar, ordinaria. Esas palabras parecen rudas, pero no lo son, son la vida, la vida cotidiana que vivimos día tras día. Y cuando me encuentro una estrella fugaz, o cuando miro y me miran de forma intensa y mi corazón comienza a latir a un ritmo extraordinariamente acelerado, entonces me digo a mi misma que viví un día extraordinario, extraño, inusual.

Allí te veo, tumbado en la cama, leyendo esa revista de inventos, inventos que inventaron inventores con mentes extraordinarias. La lamparita de tu mesita está encendida. Paso desapercibida por delante de la cama, me dirijo hacia mi lado, el otro lado de la cama, comienzo a desnudarme, y mi cuerpo en esencia es el mismo que un día te sedujo, sin embargo, hoy, como ayer, no apartas la mirada de la revista para ver mis pechos, ni mis caderas ya pueden competir con ese papel impreso en color, lleno de letras negras, con fechas interesantísimas, y es cierto, merece más la pena aprender sobre inventos, para así después inventar, que ver de nuevo un cuerpo desnudo de una mujer que en un tiempo era nueva, extraordinaria, e inventabas miles de estrategias para amarla.

Y a ti te digo, que no es extraño, que es usual, pensar algunos ratos en una pasión infinita, pensar en un campo de miradas que sólo fueron cruzadas por un pequeño tramo de vida, y que nunca fueron transformadas y deformadas por la rutina, sino que cambiaron siempre para mejor gracias a nuestro recuerdo.

Esas nubes están compuestas de pequeñísimas partículas de vapor de agua, si subes sobre ellas, caerás al vacío, es tan sólo una ilusión su solidez. Como yo, como tú, simples ilusiones, simples miradas que siguen siendo extraordinarias porque nunca compartieron más tiempo del extralimitado, todo lo contrario, se cruzaron en pequeños intervalos de tiempo, siempre dejando muy lejos el límite, ese límite donde una relación amorosa, que comenzó siendo extraordinaria, se convierte en vulgar.