MÁS DE 30
Cuando tienes 20 años, cuando
tienes menos de 30, acudes de forma esporádica al pasado, recuerdas cuándo te
trajeron ese bonito perro que tanto tiempo adoraste, te vienen imágenes de
cuando vestías con babis de rayas azules o rosas, dependiendo si eras un niño o
una niña, y hacías cola para entrar en clase una vez terminado el recreo.
Quizás, con 24 años, , en una acampada con los amigos al calor de un fuego rudimentario, puedas rememorar situaciones algo
vergonzosas vividas durante tu adolescencia , como cuando comenzó a crecerte un bigote
parecido al de Cantinflas a la edad de
12 años y te acompañaba a las clases junto con un murmuro constante y risas de otros niños, ese bigotito que tu madre se negaba a afeitar por miedo de perder a su
niño y ganar a un gran varón incontrolable.
También puedes recordar, durante
una cena entre “best friends”, ese curso en el que eras el centro de atención
por el simple motivo de que tus pechos crecieron, y lejos de aprovechar esa
situación de ventaja ante las otras féminas, sentías una enorme vergüenza que
te hacía andar con la cabeza mirando hacia el suelo, y fue en ese momento
cuando te diste cuenta que allí había demasiados chicles pegados.
Sí, en los veinte estás aún
descubriendo la vida, crees que todo es bello, no piensas seriamente en el
futuro, y lo que piensas siempre es bonito: tendrás un trabajo que te llene,
donde te valoren, flexible, ganando un buen sueldo, y como no, tendrás
diferentes amores, pero al final elegirás el mejor, esa persona que te cuidará,
te seguirá, te amará, te besará, y además, te atraerá hasta el punto de perder
la cabeza.
En los ventipocos, no se te
ocurrirá pensar jamás en la rutina, esa que lo transforma todo en gris, tampoco
creerás que la pasión sólo dura un año, o como máximo dos. Desconoces los
contratos basuras, o si los conoces, y los has vivido, piensas que son
temporales, una simple ayuda mientras estudias.
Los amigos, no cambiarán nunca, el tiempo, infinito, el dinero, a mí no
me preguntes. Y la vida, es simplemente entusiasmo por todos los costados.
Pero tarde o temprano llegan los
treinta, y nunca me ha gustado clasificar la vida, catalogarla en épocas, en
edades, pero es cierto que uno va envejeciendo, y aunque quizás el cuerpo y la
cara no te hayan cambiado mucho en todo este tiempo, y exista un gran número de
personas que firmarían sin pensárselo que no tienes más de 26, tu mente ha
crecido, y eso no puede disimularse.
Cuando llegué a los 25 años y
comencé a trabajar, me planteé por primera vez que ya tenía cierta edad, pero
realmente no lo hice muy en serio, era lo típico del momento, un cuarto de
siglo, decían con guasa los amigos que aún no los habían alcanzado. De todas
formas, el hecho de tener una responsabilidad me asustó, y me hizo envejecer,
seguro. A esa misma edad me fijé en personas más jóvenes, que a simple vista
podrían parecer de la misma edad que yo. Me centré en los que comenzaban a
estudiar una carrera, y fue ahí cuando averigüé qué parte de nuestro cuerpo
delata la edad que tenemos.
Los ojos, los ojos muestran toda
la vida que hemos vivido, toda la experiencia que hemos ido ganando, todos los
errores cometidos, y en algunos casos, horrores vividos. Delatan el entusiasmo
que tenemos a la hora de embarcarnos en un nuevo proyecto, o proyectan nuestro cansancio
en realizar tareas ya arduamente repetidas.
Con más de 30 puedes encontrarte
rodeado de niños, que no te dejarán pensar en estas frivolidades, o quizás sí,
y aproveches las oscuras noches para preguntarte qué haces, dónde estás, con
quién vives y cómo has llegado a ese punto de no retorno en el que te
encuentras.
Con más de 30 puedes seguir
siendo individualista, con ganas de cambiar tu presente, recordando viejos
momentos en los que decidías un camino u otro, en los que desechabas posibles
amores, en los que apostabas por un oficio, puedes estar embarcado en nuevos proyectos
para luchar contra la rutina que se acerca muy de cerca a tu vida, puedes
sentir arrepentimiento ante decisiones pasadas, o todo lo contrario, orgullo y
satisfacción.
Con más de 30 puedes sentirte
totalmente perdido, sin saber si lo que haces te gusta, si compartes tu vida
con la persona que realmente amas, si quieres tener hijos, si no los quieres,
si prefieres viajar solo o en cambio, hacerlo acompañado, y el “y si…” se
repite diariamente en tu cabeza, ¡No más condicionales!, grita tu cerebro.
Con más de 30 puedes estar
decepcionado, con el sistema que nos gobierna, con la sociedad, contigo mismo.
Puedes estar anclado en el pasado, no recordando esporádicamente, sino
anhelando esos tiempos pasados como si fueran mejores.
Con más de 30 puedes estar feliz
si realmente has luchado durante los 10 años anteriores por conseguir hacer
realidad tus sueños. Ojalá esa fuera la generalidad, pero la mayoría nos
limitamos a andar, sin pensar, sólo a andar por un camino multitudes de veces ya
pisado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario