martes, 13 de agosto de 2013

MÁS DE 30

ESCRITO EL 13/08/2013

MÁS DE 30

Cuando tienes 20 años, cuando tienes menos de 30, acudes de forma esporádica al pasado, recuerdas cuándo te trajeron ese bonito perro que tanto tiempo adoraste, te vienen imágenes de cuando vestías con babis de rayas azules o rosas, dependiendo si eras un niño o una niña, y hacías cola para entrar en clase una vez terminado el recreo.

Quizás,  con 24 años, en una acampada con los amigos al calor de un fuego rudimentario, puedas rememorar situaciones algo vergonzosas vividas durante tu adolescencia , como cuando comenzó a crecerte un bigote parecido al de Cantinflas  a la edad de 12 años y te acompañaba a las clases junto con un murmuro constante y risas de otros niños, ese bigotito que tu madre se negaba a afeitar por miedo de perder a su niño y ganar a un gran varón incontrolable.

También puedes recordar, durante una cena entre “best friends”, ese curso en el que eras el centro de atención por el simple motivo de que tus pechos crecieron, y lejos de aprovechar esa situación de ventaja ante las otras féminas, sentías una enorme vergüenza que te hacía andar con la cabeza mirando hacia el suelo, y fue en ese momento cuando te diste cuenta que allí había demasiados chicles pegados.

Sí, en los veinte estás aún descubriendo la vida, crees que todo es bello, no piensas seriamente en el futuro, y lo que piensas siempre es bonito: tendrás un trabajo que te llene, donde te valoren, flexible, ganando un buen sueldo, y como no, tendrás diferentes amores, pero al final elegirás el mejor, esa persona que te cuidará, te seguirá, te amará, te besará, y además, te atraerá hasta el punto de perder la cabeza.

En los ventipocos, no se te ocurrirá pensar jamás en la rutina, esa que lo transforma todo en gris, tampoco creerás que la pasión sólo dura un año, o como máximo dos. Desconoces los contratos basuras, o si los conoces, y los has vivido, piensas que son temporales, una simple ayuda mientras estudias.  Los amigos, no cambiarán nunca, el tiempo, infinito, el dinero, a mí no me preguntes. Y la vida, es simplemente entusiasmo por todos los costados.
Pero tarde o temprano llegan los treinta, y nunca me ha gustado clasificar la vida, catalogarla en épocas, en edades, pero es cierto que uno va envejeciendo, y aunque quizás el cuerpo y la cara no te hayan cambiado mucho en todo este tiempo, y exista un gran número de personas que firmarían sin pensárselo que no tienes más de 26, tu mente ha crecido, y eso no puede  disimularse.

Cuando llegué a los 25 años y comencé a trabajar, me planteé por primera vez que ya tenía cierta edad, pero realmente no lo hice muy en serio, era lo típico del momento, un cuarto de siglo, decían con guasa los amigos que aún no los habían alcanzado. De todas formas, el hecho de tener una responsabilidad me asustó, y me hizo envejecer, seguro. A esa misma edad me fijé en personas más jóvenes, que a simple vista podrían parecer de la misma edad que yo. Me centré en los que comenzaban a estudiar una carrera, y fue ahí cuando averigüé qué parte de nuestro cuerpo delata la edad que tenemos.

Los ojos, los ojos muestran toda la vida que hemos vivido, toda la experiencia que hemos ido ganando, todos los errores cometidos, y en algunos casos, horrores vividos. Delatan el entusiasmo que tenemos a la hora de embarcarnos en un nuevo proyecto, o proyectan nuestro cansancio en realizar tareas ya arduamente repetidas.

Con más de 30 puedes encontrarte rodeado de niños, que no te dejarán pensar en estas frivolidades, o quizás sí, y aproveches las oscuras noches para preguntarte qué haces, dónde estás, con quién vives y cómo has llegado a ese punto de no retorno en el que te encuentras.

Con más de 30 puedes seguir siendo individualista, con ganas de cambiar tu presente, recordando viejos momentos en los que decidías un camino u otro, en los que desechabas posibles amores, en los que apostabas por un oficio, puedes estar embarcado en nuevos proyectos para luchar contra la rutina que se acerca muy de cerca a tu vida, puedes sentir arrepentimiento ante decisiones pasadas, o todo lo contrario, orgullo y satisfacción.

Con más de 30 puedes sentirte totalmente perdido, sin saber si lo que haces te gusta, si compartes tu vida con la persona que realmente amas, si quieres tener hijos, si no los quieres, si prefieres viajar solo o en cambio, hacerlo acompañado, y el “y si…” se repite diariamente en tu cabeza, ¡No más condicionales!, grita tu cerebro.

Con más de 30 puedes estar decepcionado, con el sistema que nos gobierna, con la sociedad, contigo mismo. Puedes estar anclado en el pasado, no recordando esporádicamente, sino anhelando esos tiempos pasados como si fueran mejores.


Con más de 30 puedes estar feliz si realmente has luchado durante los 10 años anteriores por conseguir hacer realidad tus sueños. Ojalá esa fuera la generalidad, pero la mayoría nos limitamos a andar, sin pensar, sólo a andar por un camino multitudes de veces ya pisado.

viernes, 2 de agosto de 2013

Extraño

No es extraño

ESCRITO EL 02/08/2013

No es extraño, no es extraño pasar toda una vida con la misma persona aunque algunos días tu mente se deshaga de tu cuerpo y se vaya hacia ese lugar de ensueño, extraordinario, lleno de nubes, donde la pasión nunca se termina, donde apareces tú y ella, y os miráis, reís, os besáis.

No es extraño que una relación que comenzó siendo extraordinaria se transforme con el tiempo en vulgar, ordinaria. Esas palabras parecen rudas, pero no lo son, son la vida, la vida cotidiana que vivimos día tras día. Y cuando me encuentro una estrella fugaz, o cuando miro y me miran de forma intensa y mi corazón comienza a latir a un ritmo extraordinariamente acelerado, entonces me digo a mi misma que viví un día extraordinario, extraño, inusual.

Allí te veo, tumbado en la cama, leyendo esa revista de inventos, inventos que inventaron inventores con mentes extraordinarias. La lamparita de tu mesita está encendida. Paso desapercibida por delante de la cama, me dirijo hacia mi lado, el otro lado de la cama, comienzo a desnudarme, y mi cuerpo en esencia es el mismo que un día te sedujo, sin embargo, hoy, como ayer, no apartas la mirada de la revista para ver mis pechos, ni mis caderas ya pueden competir con ese papel impreso en color, lleno de letras negras, con fechas interesantísimas, y es cierto, merece más la pena aprender sobre inventos, para así después inventar, que ver de nuevo un cuerpo desnudo de una mujer que en un tiempo era nueva, extraordinaria, e inventabas miles de estrategias para amarla.

Y a ti te digo, que no es extraño, que es usual, pensar algunos ratos en una pasión infinita, pensar en un campo de miradas que sólo fueron cruzadas por un pequeño tramo de vida, y que nunca fueron transformadas y deformadas por la rutina, sino que cambiaron siempre para mejor gracias a nuestro recuerdo.

Esas nubes están compuestas de pequeñísimas partículas de vapor de agua, si subes sobre ellas, caerás al vacío, es tan sólo una ilusión su solidez. Como yo, como tú, simples ilusiones, simples miradas que siguen siendo extraordinarias porque nunca compartieron más tiempo del extralimitado, todo lo contrario, se cruzaron en pequeños intervalos de tiempo, siempre dejando muy lejos el límite, ese límite donde una relación amorosa, que comenzó siendo extraordinaria, se convierte en vulgar.




sábado, 29 de junio de 2013

Hoy

ESCRITO EL 31/07/2007

HOY

Hoy, cuando la luna ha dejado de ser llena para perder un poquito de su rostro y mostrar así una luna achatada, he subido al tejado y he sentido la brisa acariciar todo mi cuerpo.
He recordado cuando era más joven, cuando todavía era una niña, cuando disfrutaba de esa brisa veraniega y los días no eran días, sino tiempo.
Cuando no ubicaba un instante en un determinado ramal del tiempo, cuando no pensaba en que mañana debía levantarme a una hora determinada. Cuando las obligaciones eran rarezas de la vida cotidiana. Cuando pasaba horas y horas en el agua, cuando pasaba horas y horas en el jardín jugando con mi perro, cuando pasaba horas y horas enredando en la calle, cuando pasaba horas y horas…
Pero, en estos días, donde el tiempo vuela, porque aunque pase igual de rápido, siento que las semanas son tragadas por un horrible monstruo llamado rutina, he llegado al límite.

No quiero pensar en cuándo llegará el viernes, ni el sábado ni temer al domingo.
Quiero dejar de ubicar los días, quiero levantarme y sentir que no existe el tiempo y que nada que no quiera hacer será hecho por mí.

El viernes es un día en que se trabaja, sin embargo la gente está contenta porque sabe que al día siguiente no tendrá que cumplir con el trabajo, es más, quedan dos días para volver al trabajo.

El sábado es fantástico, ya que nadie trabaja y además al día siguiente no se madruga.
El domingo,  el domingo supuestamente es mejor que el viernes ya es un día festivo, sin embargo, adelantando nuestro pensamiento al futuro inmediato, se ve estropeado a causa de la existencia del lunes. Y no sólo del lunes, que es día laboral, sino de toda una semana de trabajo, cinco días vienen después del domingo, cinco días de trabajo y obligaciones.

Entonces, si nos adelantamos al futuro en cada instante que vivimos, disfrutamos más o menos según los acontecimientos que se vayan a dar. Lo que está claro es que vivimos más deprisa.

Y por ello existen los enamorados de los viernes, ya que aunque se trabaje, y se esté agotado de toda la semana recorrida, es el comienzo de unos días libres.

Adelantándonos en el tiempo conseguimos disfrutar menos, menos si pensamos que mañana es otro día de trabajo, en el cual tendré que levantarme temprano, vestirme, coger el coche, quedarme atascado en un  río de coches en donde gana la prisa a la calma, en donde se respira aire viciado, ya sea por el propio humo de los coches, o por la propia agresividad de los conductores.

Y una vez comenzado el trabajo, qué nos queda, un sin fin de tareas delante de un monitor, sentados, a veces dormidos, otras soñando y las más, trabajando.

Sin embargo, la teoría de los empresarios son las horas. Cuantas más horas estén sus trabajadores en la empresa mejor, rendirán más y serán más eficientes y así la productividad global aumentará. Y con ello, los bolsillos de los jefes se llenarán de más y más dinero.

Dinero, ese famoso invento, esa famosa moneda de cambio. Trabajas y te dan dinero.
Para algunos insuficiente, para otros de sobra.
El motivo del trabajo es para ganar dinero, podría ser para completar nuestra vida. Podría llenarnos profesionalmente y así conseguir la plenitud llegando a la felicidad.
Pero esto…sólo les ocurre a unos pocos afortunados.
De todas formas, una obligación es una obligación.
Y si el trabajo es para ganar dinero. Para qué es el dinero.
Algunos invierten esa moneda de cambio y consiguen así más dinero. Otros la gastan y consiguen alimentos, ropas, cobijo…
Además de cubrir todas las necesidades básicas, hay más dinero que cambiar. Y por ello algunas personas comprar cosas.
Cosas puede ir desde un simple trozo de corcho donde colgar unas fotos hasta un televisor de pantalla plana. Cosas puede ir desde un rastrillo con qué recoger las hojas que caen del árbol del jardín hasta una máquina climatizadora con qué enfriar tu casa en los momentos más calurosos.
Cosas, son simplemente cosas, pero a veces uno se siente más feliz teniéndolas cerca.
Las cosas pueden dar  seguridad, otras elegancia, otras apariencia, otras confort, otras entretenimiento, otras pueden llenar la vida de uno si las utiliza para hacer algo que le gusta.

Pero no dejan de ser cosas y más cosas, algunas llenas de polvo, esperando a que su amo, el que cambió dinero por ella, la use. Pero este amo está muy ocupado echando horas en su trabajo. En donde además de rendir, sueña en usar las cosas que compró y piensa en el viernes, cuando será libre. Y así de repente ya ha pasado una semana completa, donde el monstruo de la rutina se tragó los días. Donde uno adelanta los acontecimientos, donde se van las horas, los días, los meses y los años.
Y mirando atrás quedan en el recuerdo sólo aquellos días en que éramos libres de hacer lo que queríamos. Y como son tan pocos esos días, nos queda en el recuerdo una vida muy corta, basada en el trabajo, en las horas, en el dinero, en las cosas.


Qué hago aquí

ESCRITO EL 23/03/2000

Qué hago aquí

Estos no saben lo que dicen.
Aquellos miran sin fijar sus ojos en algo que merezca realmente la pena.
Esos escuchan palabras vacías, rotas, sin ningún encanto.
Él visita lugares que no están en los grandes mapas.
Ella ama sin saber qué es amar ni a quién ama.
Vosotros tenéis amigos inútiles que corren sin pensar nada.
Tú eres el peor de todos.
Tú, el que está allí reflejado en ese asqueroso espejo.
¿Qué te crees? ¿Acaso eres mejor que todos ellos?
Con esa barba mugrienta. Con ese aliento que mataría hasta a una rata de alcantarilla.
Pero, ¿a dónde vas? Vuelve a la cama y vuelve a soñar en todo lo que quieres pero no tienes.
Por favor, acuéstate. O mejor, suicídate. Tu vida no es interesante, no tienes nada que hacer aquí.
Ni un amanecer, ni un cielo estrellado, ni las olas del mar, ni los peces del atlántico, ni el león de la sabana, ni el oso panda, ni una mujer, ni un hombre te pueden hacer sentir una pizca de amor en ese agujereado corazón.
Pero... ¿está demostrado que todos los seres vivos nacen con corazón?
¿Y si fuese un robot?
Yo, sólo tengo una forma de probarlo. Matándome


                                                                 

La sonrisa en el cielo

ESCRITO EL  01/02/06

La sonrisa en el cielo

Como no puedo dibujar en un papel lo que ven mis ojos cuando miro al cielo, lo intento dibujar en mi mente. Me concentro y fijo la vista en la luna, que se ve como media sonrisa entre las ramas del árbol. Las hojas en la noche se confunden con el propio azul del cielo. Mi mente intenta fijarse en todos los detalles que hacen bello el momento, la imagen, el paisaje.

La luna, la luna lunera. Creciente, como mis pensamientos. Te miro y te veo, sonriendo como la luna en el cielo.

Tomo un papel he intento hacer un esbozo tuyo. De las ramas, de las hojas, del tronco, de la luna. Algo que me haga recordar este instante que me ha hecho ser un poquito más feliz. Y saco la cámara fotográfica y te plasmo.

En la noche, la luna entre los árboles. Esa sonrisa en la oscuridad, que se transforma en una sonrisa mía, que vuelve a mi expresión cada vez que te recuerdo.

Me acuerdo de hace un momento, cuando con el frío te encontré entre las ramas de un árbol, se dibujaba un círculo de hojas a tu entorno. Era precioso admirar una sonrisa en lo alto, una sonrisa hacia el mundo. La luna se ríe, la luna quiere que la veamos sonreír.

Está feliz.





Para todos aquellos

ESCRITO EN EL AÑO 1996 (con 16 años de edad)

Este pequeño relato lo escribí con 16 años, harta de ver hombres que se masturbaban delante de mí, hombres que me seguían montados en moto sacando la lengua y la movían arriba y abajo velozmente, o aquellos, que mientras te preguntaban por una dirección montados en el asiento de su coche, se la meneaban. 

Este relato me sirvió para reírme de aquella situación, que en sus inicios no fue nada agradable (con 9 años), pero que con el tiempo, al no pasar de una mera demostración de virilidad, aprendí a ignorar.


PARA TODOS AQUELLOS

El semáforo se abrió, Manuel pisó el acelerador. No tenía rumbo fijo, pero no quería reconocer que estaba completamente solo y sin sitio a donde ir ni a nadie a quien poder visitar.

Aparcó en un parque donde jugaban niños y niñas al coger, otros estaban montados en los columpios, pero todos con la sonrisa en sus rostros.
Manuel se echó las manos a la cabeza, empezó a gemir, aburrido, harto de su vida, deprimido y presionado constantemente por su madre, la que no permitía su rara persona.
Parecía que él era el único que le costaba trabajo relacionarse con los de su misma especie y más si era del sexo opuesto. Para él, una mujer era algo superior, con esas caderas, esas curvas que le hacían temblar cuando venían hacia él, contoneándose de lado a lado de la acera. Él, él no podía resistirlo, y siempre se tenía que apartar, y cuando ya había pasado la diosa, giraba su robusto cuello y fijaba la mirada en el culo de la mujer, los morros le llegaban al suelo, empapaba toda la carretera. Cuando ya no podía divisar su silueta, daba media vuelta y continuaba su camino, que no siempre sabía cuál era.

“Un ser divino que me ignora pero alaba a otros que son iguales, varones, como yo. ¿Por qué?”. Esta era la cuestión de Manuel.

Tenía treinta y tres años, seguía siendo virgen, aunque en sus sueños más profundos la había perdido hacía bastante tiempo, y además no con una mujer cualquiera, sino con cuerpazos de revistas de play boy.

En ese día había llegado a la conclusión de que su vida no valía nada y cuando muriese no tendría nada feliz que recordar, ningún placer como la amistad, el amor, el sexo. Algo por lo que desear seguir vivo y encerrado en este pequeño mundo.

Empezó a recordar aquellos años de su  adolescencia, cuando su piel era mucho más suave y sus ojos carecían de bolsas y tenían un brillo especial, su brillo de juventud.

Perturbado, confundido, recordó su primer roce, su primer beso. Se sacó el pene y empezó a meneárselo, sintió alivio, se descubría su cara de felicidad y se podía imaginar sus más íntimos deseos que lo excitaban.
Niños y niñas, que ya hacía rato que  observaban a ese extraño hombre, se acercaron al coche. Sus ojos se sobresaltaron ante tal espectáculo, los chiquillos echaron a correr, salvo los más curiosos. Manuel, después de su eyaculación, miró sobresaltado a ambos lados del coche y vio como niños inocentes lo veían; Sintió vergüenza, se suponía que  no debería hacerlo en lugares tan poco íntimos como un parque lleno de críos. Pero mientras se decía eso, creyó sentir cierto placer. El romper las reglas, ser observado, asustando niñas en la oscuridad... era algo que al parecer le gustaba.
Ahora se sentía orgulloso, podía conseguir la atención de las mujeres y hacerse notar, aunque decidió llevar paralelamente su vida de siempre. Sería un hombre de doble personalidad.

-“Amad al prójimo”- decía el cura a los creyentes.
Manuel se encontraba en el centro, rezando y pidiendo a Dios que lo perdonase. Después, se dirigió al confesionario y allí se confesó rogando clemencia.
El cura no aceptaba la masturbación pero sí que la practicaba, aunque eso nunca lo desveló.
-“Comprendo tu estado, pero deberías calmarte con duchas de agua fría y después saciar esas ganas de placer. Hijo mío, ¿no encuentras ninguna buena mujer para pasar el resto de tu vida junto a ella? ”-Preguntaba el cura.
-“No, padre”.
-“Hijo mío, ya te llegará. No debes de ir asustando a las chiquillas con esas obscenidades y menos pervertir a chicos y chicas inocentes.
-“Padre, usted no es inocente. ¡Mire!” -gritó Manuel.
Allí mismo, frente al cura, Manuel se desahogó y en esos minutos pudo sentir uno de los mejores orgasmos que había tenido hasta ahora.
          
Era todo una comedia, se reía de todos  pero a la vez disfrutaba y gozaba; le excitaba más el peligro y las situaciones incómodas que solían intimidar a los demás.
Manuel se había convertido en un exhibicionista, en un verdadero exhibicionista y de los buenos. Todas o por lo menos gran parte de sus situaciones eran absurdas y originales. Había veces que se desnudaba en bares, y sobre la mesa se masturbaba, o simplemente se acariciaba el cuerpo, sin ningún tipo de pudor. Otras, asistía a bodas y en la propia mesa de los novios practicaba “el sexo individual” pero antes pronunciaba un monólogo siempre picante y morboso.

Manuel apareció en todos los lugares, en el momento de hacer su número, con un antifaz. No había forma de saber quién era ese misterioso hombre.
Llevaba una doble identidad. De un ser desapercibido ante la humanidad, pasaba a ser alguien que continuamente llamaba la atención con las cosas más extrañas que se pudiesen imaginar.
Lo más irónico de todo era que antes de empezar su “show”, él  mismo se daba a conocer entrando sin ocultarse, pareciendo un hombre normal, pero al ser tan ignorado, nunca lo echaban en falta, de este modo nadie lo relacionó con semejante exhibicionista.
¿Quién sería ese señor? Ya, hasta las mujeres le sacaban atractivo, pero a las chiquillas que se lo encontraban en las oscuras calles no les hacía ninguna gracia. Aunque llegó  un momento que ya era un orgullo toparse con el mejor exhibicionista del país. Además, a la gente le recordaba a “el zorro”.
Así que su popularidad llegó a ser aceptable y hasta positiva. ¿Quién se iba a esperar esto? Desde luego que Manuel no.

Trabajaba en un banco y compañeros que hacían años que lo conocían, nunca acertaban su nombre a la primera, pero aquella mañana iba a ser muy distinta.

Manuel se levantó muy decidido, se vistió, y salió de su casa para dirigirse, como cada día, a su trabajo. Esta vez, entró con la cabeza bien alta, confiando en sí mismo. Recordó que había  podido llamar la atención en las calles oscuras y vacías, y en los bares llenos y en las santas iglesias. Había podido llamar la atención en muchos lugares, ¿por qué no podía ser por lo menos mirado, aunque simplemente fuese por casualidad en su propio lugar de trabajo? Quería comprobar si solamente era mirado por tener los genitales colgando.

Él había leído en los libros que la seguridad en sí mismo era un factor muy importante para ser  alguien en la vida, pero él no era NADIE, y encima NADIE se daba cuenta de su existencia.

Manuel comprobó que todos los trabajadores del banco seguían por su camino y pasaban de él, entonces Manuel se dirigió a su despacho, cogió una silla, salió de nuevo a la sala, y en el centro se colocó, allí se subió y comenzó a gritar:
-“¿Qué pasa en esta sociedad?, ¿Tiene uno que hacer cosas raras para no ser ignorado?”. La gente seguía en sus cosas, como si no hubiese NADIE gritando.
Después sacó la mesa y repitió la operación. Nadie prestaba siquiera un poco de interés por ese hombre histérico. Parecía que la respuesta de su pregunta esa afirmativa. Él tenía que hacer cosas raras para llamar la atención de los demás.
Había intentado llamar la atención de todas las formas posibles antes de comenzar a desnudarse.

Allí, sobre la mesa, como en una sala de “stripties,” empezó a desnudarse y de una forma muy sensual. Así atrajo el interés de los trabajadores que quedaban atónitos. Algunos pensaban: “cómo puede hacer eso el señor... el señor...”


El exhibicionista llegó a la conclusión de que su aparato reproductor era el causante de tanta atención. Todo el mérito lo tenía él, y su persona seguía siendo ignorada. “¿Será verdad que soy un privilegiado por tenerla de este tamaño y aspecto?”.

viernes, 24 de mayo de 2013

Un suspiro

ESCRITO EL 23/05/2013

Durante un baño sin espuma, noche del 23 de mayo de 2013

La vida es un suspiro, pero sólo te das cuenta de ello cuando ya estás a punto de finalizarla. 
Mientras, pasa el tiempo, lo puedes emplear observando las formas de hombres primitivos que arrojan las baldosas del cuarto de baño, o puedes llorar en una noche de verano por un amor perdido. También hay ratos donde descubres soles gigantes, nubes esponjosas o una luna sonriente sobre una noche llena de pecas luminosas.

La vida transcurre en un abrir y cerrar de ojos, pero cuando te das cuenta de eso ya no te queda apenas tiempo para abrir y cerrar los ojos. Estás prácticamente dejando este mundo y en ese momento es cuando descubres que era cierto, que la vida era un suspiro.

Mientras, nos entretenemos con pensamientos que nos lían, que nos hacen reír y otras veces entristecer. Y sólo cuando descubres el pastel de la vida, la guinda, es cuando te preguntas por qué.

Desintegrarme

ESCRITO EL 24/05/2013

En la playa, una tarde

A veces, cuando mi cuerpo yace sobre la arena, pienso en erosionarme completamente, en desintegrarme, en convertirme en fósiles que un niño del futuro encuentre.

A veces me lo puedo imaginar todo, como el viento pasa por mi piel, gastándola, como el viento arrastra arena que ayuda a desmenuzarme poco a poco. Me veo enterrada, veo como la capa de piel que cubre mis huesos va haciéndose cada vez más y más fina. Al final, no queda más que polvo, polvo orgánico, que se mezclará con conchas, caracolas, semillas, dientes, y un escarabajo vendrá a por una parte de mí, y me tendrá entre sus brazos por un momento. 

martes, 5 de marzo de 2013

Une, deux, trois

ESCRITO EL 25/05/2006

Escrito en la madrugada del 25/05/06
Inspirado en las palabras de un amigo: 

Une, deux, trois, 
c'est magnifique, Yamila!
  
Estoy aquí, sentada
en el parque, viendo a la vida girar. 
Y de pronto olvidé el mundo de la tierra firme.
Donde los gatos van a cuatro patas
y en la mesa hay libros que se abren y te atan
con cadenas a sus párrafos.

Pero es magnifico, porque cuando quiero
puedo volver a esta nube de algodón,
a este palacio de cristal,
a esta rueda que gira sin cesar.

Y gira hasta donde yo le diga.
Y da tantas vueltas como yo quiera.

Entonces aparezco en un barco
y soy yo el capitán.
Y el timón también gira
y da las vueltas para la izquierda o para la derecha,
cambiando el rumbo a mi merced.

Y de repente ya estoy aquí sentado,
con un libro entre las manos.
Y hay más robots como yo,
permanecen sentados, 
leyendo no sé qué sobre...

cómo hacer una casa de papel,
cómo brincar sobre los charcos sin mojarse,
cómo reír sin abrir la boca,
como mirar al cielo sin que nadie te mire y de repente...

Ya eres invisible, indivisible, 
un gas, libre, 
sin nada que te ate, 
sin párrafos llenos de letras pesadas.

Y recogí el ancla y me fui a navegar,
yo, el capitán.

Une, deux, trois,
c'est magnifique Pierre!




lunes, 4 de marzo de 2013

El comienzo

ESCRITO EL DÍA DE APERTURA DE ESTE BLOG

Quizás funcione. Quizás no se quede ahí, estancado, pudriéndose hasta su muerte, hasta su desaparición.

Quizás sea verdad que vuelva, que haya venido de la superficie para adentrarme en la profundidad de los pensamientos.

Quizás deje de mirarme al espejo, y pensar que podía haber sido más guapa, y vuelva al interior, a la poesía, sin versos, sin rima, al alma, a la reflexión.

Quizás no sea todo falso, o quizás sí lo sea, pero quedan los pensamientos, los sueños, las ideas, los principios.

Basta de bastarse con observar cómo proliferan las peluquerías, cómo las manicuras están al orden del día, como se invierte el tiempo dando vueltas en cubos sin ventanas al exterior. Y todo para llenar ese irremediable vacío que se siente cuando se trabaja en lo que no se quiere, cuando se quiere lo que no se tiene. Cuando se tiene y se abandona, porque no se siente, no se quiere, sólo se tiene.

Quiero dejar de quejarme por todo, quiero sentir sosiego, paz. Quiero transformar mis pensamientos en palabras que no emitan sonido más que las del teclado cuando las transcribo. 

No quiero aturullarte con mi voz, soltando notas monótonas, escupiendo verdades que arrastran rabia.

Escribir, volver, eso será lo que pretenda.

Compartirlo, eso será un nuevo reto que nunca pensé.